El futuro de la humanidad

Lo que se suele hacer para predecir el futuro es una estimación probabilística. Es decir, a cada evento posible se le asocia una probabilidad dada. En el caso de que la probabilidad sea extremadamente alta, hablamos de una certeza. En el caso de que sea extremadamente baja, de una imposibilidad práctica. Tratar de prever lo que va a suceder es algo que el humano ha hecho durante toda su existencia, desde la mitología a la ciencia ficción. Hoy, vamos a intentar hacerlo nosotros con el asunto del cambio climático, lo cual definirá de manera irremediable el futuro de la humanidad. Para ello, vamos a tener en cuenta cuatro aspectos: el político, el social, el económico y el tecnológico. 

Empezando por el político, si vemos el panorama a nivel mundial, hay una tendencia clara en la filosofía política a favor de la lucha contra el cambio climático. Cada vez más partidos se suman a esta realidad y los negacionistas son cada vez menos y suponen una minoría (aunque demasiados). Vemos también, en este aspecto, que ha habido una creciente cooperación internacional, teniendo como ejemplo el Acuerdo de París. Por otro lado está la realidad práctica. La aplicación de políticas medioambientales no está siendo tan rigurosa ni acelerada como marca la comunidad científica. El último informe del IPCC nos apremia a tomar acción inmediata. El poder político es suficiente para ser decisivo en el resultado final de la humanidad. Por lo menos parece que vamos en la dirección adecuada.

Pasemos al aspecto social. En las últimas décadas el auge del movimiento ambientalista ha hecho que la preocupación de la sociedad por el medioambiente aumente. Tenemos una tendencia al alza, pero muy lenta. La sociedad moderna sigue siendo hiperconsumista y por norma general se preocupa más por su estilo de vida que por los problemas medioambientales. Esto no quita que se exijan políticas verdes y que haya una demanda social hacia las empresas de hacer negocios de manera sostenible y justa. No se ve apoyo social a empresas que van abiertamente en contra de estos dos principios. 

En cuanto a la parte económica, la rentabilidad de las energías renovables ya es un hecho. Esto está atrayendo muchos inversores y hace que, ya solo por interés económico, la industria esté tomando un rumbo muy fuerte hacia la transición energética. El cambio climático produce pérdidas económicas, y esto se sabe. Y dado que se sabe, muchas empresas están tomando cartas en el asunto.

Por último, pero no menos importante, está el factor tecnológico. Las mejoras que vienen por parte de esta vertiente suponen una mejora en el bienestar social. Lo vemos con las tecnologías de comunicación, con las de cultivo y, por supuesto, lo vemos con las tecnologías energéticas, cuya mejora se traduce en maneras más eficientes y sostenibles de obtener energía. No solo eso, también estamos viendo el desarrollo de tecnologías que no solo combaten, sino que revierten el cambio climático. En este aspecto, he de admitir que me inclino más hacia los cornucopianos

En definitiva, todo parece indicar que el futuro de la sociedad es claramente sostenible, aunque no parece que vaya a ser a la velocidad a la que muchos queremos que sea. Tal y como está la situación, me inclino por una sociedad SSP1, aunque no me sorprendería demasiado que acabáramos en una SSP2. ¿El resultado final? El tiempo lo dirá.

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